Por: Sofía Irene Velarde Cruz Morela, Michoacán, a 02 de agosto 2024.- Durante el siglo XIII, la iglesia aceptó la existencia del purgatorio, el cual de acuerdo con diversos autores es un lugar que se encuentra en “las entrañas de la tierra donde purgan las almas sus pecados, para que purificadas lleguen como vasos purísimos a recibir el néctar de la Majestad divina”. Durante el siglo XVI la existencia del purgatorio se estableció como un dogma en el Concilio de Trento en el cual se estableció que las almas detenidas en él, reciben alivio con los sufragios de los fieles y en especial con el aceptable sacrificio de la misa. El tema sobre las ánimas que penan su condena en el purgatorio comenzó a manifestarse en el arte y fundamentalmente en la pintura. Por lo que toca al virreinato de la Nueva España las “pinturas de ánimas” fueron comunes y el tema fue así mismo recurrente en el obispado de Michoacán. En varias localidades podemos observar aún significativas muestras sobre pintura de ánimas procedentes del periodo colonial. En varias de las pinturas virreinales es posible observar la representación de tres planos. Es en el inferior en el que aparecen las ánimas envueltas en llamas suplicando oraciones para purgar sus pecados. Es común el encontrar personajes que representan a muy diversos sectores de la población: personas comunes, clérigos, reyes e incluso altas autoridades religiosas como obispos y pontífices. En un plano medio aparecen los santos que interceden por las almas, quienes se encuentran relacionados con los lugares en los que se encuentran las obras, por lo que es común que en los conventos franciscanos aparezca la figura de San Francisco de Asís, en tanto que en los complejos agustinos es posible admirar la representación de San Nicolás de Tolentino. Así mismo, en algunas obras es común ver la intercesión de alguna advocación mariana entre las que sobresale la Virgen del Carmen. En un tercer plano, en la parte superior de las pinturas se representan escenas relacionadas con el plano celestial en el que las ánimas que han cumplido con su condena logran entrar, recibidos comúnmente por la representación de la Trinidad, es decir la representación del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La pintura que nos ocupa hoy de manera particular, se encuentra en la iglesia de la Soledad en la localidad de Tzintzuntzan, Michoacán. En ella podemos observar la representación de varias ánimas entre llamas y como intercesores al arcángel Miguel flanqueando a éste del lado izquierdo, a San francisco de Asís y en el derecho a quien pudiera ser San Antonio de Padua. En el plano superior se encuentra representada la Trinidad en donde las figuras del padre y el hijo son antropomorfas y al Espíritu Santo se le ha representado en forma de paloma. Flanquean la imagen de Jesucristo del lado izquierdo la figura de la Virgen María y su madre, Santa Ana, en tanto que del lado derecho podemos ver a San José y a San Joaquín, éste último, padre de María. En el transcurso de los siglos se han formado miles de tradiciones, mitos y leyendas en torno a las ánimas del purgatorio, siendo las más comunes que éstas se aparezcan para pedir oraciones con la finalidad de aminorar su tránsito en este lugar; así mismo la tradición popular refiere que las ánimas protegen de diferentes maneras a quienes se ocupan por ellas en sus oraciones. En un libro escrito durante el siglo XVI se refiere que es grande alivio para las almas del purgatorio pedir a dios con oraciones por ellas por intercesión de María Santísima. Así mismo se considera la devoción a María en su advocación carmelitana y al escapulario entregado por la misma a Simón de Stock en el siglo XIII como intercesores de las ánimas.