Fray Juan Bautista Moya: El apóstol de Tierra Caliente

25 de julio de 2024

En la actualidad los restos de Juan Bautista Moya descansan del lado izquierdo de la nave del templo de San Agustín en la ciudad de Morelia

Por Sofía Irene Velarde Cruz

Sofía Irene Velarde Cruz, Maestra en Filosofía de la Cultura

Existe en el templo de San Agustín en Morelia, una pintura novohispana de la autoría de fray Simón Salguero que representa varias escenas sobre la vida de fray Juan Bautista Moya, quien nació en Jaén, España, en el año de 1504.  Ingresó al convento agustino de Salamanca en el que se ordenó en el año de 1527 y arribó al virreinato de la Nueva España en 1536. Cerca del año de 1552 se trasladó al convento agustiniano de Valladolid de Michoacán y posteriormente  viajó a diversos lugares de Tierra Caliente con la finalidad de evangelizar y prestar los servicios religiosos a los pobladores de ésta región.

Varios hechos se suscitaron durante la estancia de Fray Juan Bautista Moya tanto en el convento vallisoletano como en Tierra Caliente que se consideraron como milagrosos y por esta razón, el fraile Miguel Sagrero plasmó en un óleo varios de estos sucesos. Al centro de la obra y en primer plano se aprecia la figura del fraile sosteniendo un crucifijo.

 

 De lado izquierdo de la obra en un segundo plano se advierte una imagen en la que Moya se encuentra en pie sobre la figura de un gran caimán. Sobre el tema, el agustino Mathías de Escobar en su crónica sobre la provincia de Michoacán refirió que a la orilla de la población de Coyuca pasa el río Pungarabato el cual se encontraba lleno de “horrorosos lagartos o caimanes”. Una noche fría y de las más oscuras y lluviosas de invierno estando el fraile en la cabecera de Pungarabato le buscaron unos indios de Coyuca para una confesión, advirtiéndole, sin embargo, que la corriente se había llevado todas las balsas y le buscaban sólo para informarle del enfermo, pues sería imposible transitar al otro extremo del río. No obstante Juan Bautista Moya salió de inmediato y al llegar a la orilla del río “le preparó Dios un cocodrilo viviente” el cual trasladó al fraile a Coyuca donde confesó al enfermo. El prodigio se repitió pues halló en la orilla al lagarto y volvió a subir sobre él para regresar a Pungarabato, causando lo anterior una gran admiración entre los indígenas de la región.

En un tercer plano se observa una escena más, que refiere otro de los milagros realizados por Moya, refiriéndose esta vez al hecho de haber solicitado a Dios proveyera agua para una de sus fundaciones en las que se requería la evangelización de la población. De esta manera el cronista Diego de Basalenque describió en su crónica que “el venerable padre acudió al que todo lo puede pidiéndole que por redimir aquellas almas y sacarlas de la idolatría les diese agua [y] se levantó con tanta confianza que fue a un lugar con los mismos indios y señalando con su bordón les dijo que cavasen allí, cavaron y salió toda el agua necesaria”.

Del lado derecho de la pintura se puede apreciar la figura del fraile levitando, hecho que fue comentado por varios cronistas, tal como refiere Basalenque “Levanta el alma al cielo, como le sucedía a nuestro padre, que como el cuerpo andaba atenuado, en poniéndose en oración, luego se elevaba en el aire”.

Fray Juan Bautista Moya, murió en el convento agustiniano de la por entonces ciudad de Guayangareo en el año de 1567. Diego de Basalenque comentó en su crónica que a su entierro acudió toda la ciudad y varias de sus prendas fueron guardadas como reliquias. Su cuerpo descansó en la sacristía del convento en un nicho de la pared, sin embargo “estuvo muchos días oculto, porque se temió que los provinciales de México le habían de llevar”.

En la actualidad los restos de Juan Bautista Moya a quien se conoce como el Apóstol de Tierra Caliente descansan del lado izquierdo de la nave del templo de San Agustín en la ciudad de Morelia en donde se puede apreciar, además un óleo que le representa.